EL CONTEXTO.

Una mayoría cuantificable de la sociedad argentina estaba harta de lo que dio en llamarse “el kirchnerismo”, una confusa mezcla de populismo de izquierda, corrupción e ineficiencia administrativa que estaba destruyendo a la Argentina desde hacía más de una década. No puede soslayarse que esa pesadilla tuvo una interrupción de cuatro años de gobierno con una combinación de social democracia y liberalismo vergonzante de la mano de Mauricio Macri y el espacio político de Juntos por el Cambio que dejó como señal icónica una deuda con el Fondo Monetario Internacional que resultó impagable y condicionante, tanto de la política económica como de la independencia de nuestra política exterior.

El emergente de tal estado de ánimo colectivo fue la insólita elección de un improvisado e inexperto aprendiz de  político que sin partido propio, ni fuerza legislativa, ni gobernadores de su signo, fue elegido presidente de la República Argentina pese a declararse algo tan insensato como “anarco capitalista” y presentar una serie de propuestas que cualquier ciudadano medianamente informado sabía que  no podría cumplir pero  que supo presentar con un ropaje que ilusionó a muchos inocentes esperanzados.

Predominó en la sociedad argentina el deseo de terminar con lo odiado y lo opresivo al punto de estar dispuesta a dar un salto al vacío de la mano del economista Javier Milei. Ahora, con un inexperto y desaforado presidente llegó el tiempo de analizar en que nos hemos metido como sociedad y como nación.

LA PRIMERA SOMBRA: MILEI EL EMBAUCADOR.

Según el diccionario de la Real Academia Española la palabra embaucar significa: engañar prevaliéndose de la ingenuidad del engañado. Las características de los embaucadores suelen ser la facilidad de palabra, el carisma y la falta de escrúpulos para prometer cosas que nunca podrán cumplir.

Puede argumentarse que estas características se corresponden con el estilo de muchos políticos, pero pocos como Milei son capaces de mirar a una cámara y asegurar enfáticamente que serían capaces de cortarse un brazo antes que subir un impuesto y luego contradecirse en sus primeras medidas de gobierno sin la menor culpa o disculpa.

Algunas de sus promesas de campaña tales como dolarizar la economía a pesar de la manifiesta carencia de dólares o cerrar el banco central (que fiel a su estilo habló de “dinamitar”) quedaron rápidamente descartadas por inviables. Sus aduladores y sus seguidores más fanáticos hablan de “pragmatismo”, cuando por similares actitudes calificarían a un rival simplemente como un mentiroso.

Sin embargo, el mayor de los engaños, por reiterativo y significativo, fue asegurar ante cada micrófono que tuvo enfrente (y fueron muchos) que el ajuste que postulaba como método de cerrar el déficit fiscal solo afectaría a “la casta”, expresión con la que identificaba a la clase política y a sus privilegios.

De su primer Decreto de Necesidad y Urgencia y de las leyes enviadas al Congreso surge, como era obvio, que los aumentos de precios derivados de la brusca devaluación, así como el aumento del transporte y de la energía afectarán a toda la sociedad, del mismo modo que la eliminación de la actualización de las jubilaciones y pensiones descolocan a la clase pasiva. Sector por sector, a medida que van siendo tocados por las leyes y decretos comienzan a descubrir que ellos también eran “casta” y comienzan a vislumbrar la magnitud del engaño con que fueron embaucados. Pero ahora, ya es tarde para cambiar la decisión de las urnas. Ahora solo queda oponerse y quejarse en la medida de la  posibilidad de cada uno de los damnificados.

El problema del embaucador es que, ante los ojos de los engañados, pierde confianza y credibilidad. Y eso, en el caso de un presidente es una pesada mochila que al ser cargada desde muy temprano afectará la totalidad de su mandato. ¿Quién creerá ahora que al final del túnel en que nos ha introducido Milei hay una luz de esperanza? ¿Quién estará dispuesto a apostar bienes y prestigio en un dirigente cuya palabra no tiene valor y en quien cada gesto es sospechoso de ser una mera maniobra de marketing?

Javier Milei nos ha demostrado que es posible alcanzar el poder embaucando, pero duramente comprobará que es muy difícil gobernar apelando al mismo recurso y esta será una sombra durante lo que dure su mandato.

LA SEGUNDA SOMBRA: MILEI EL AUTORITARIO.

Es cierto que la sociedad argentina repudió el gobierno ejercido formalmente por Alberto Fernández pero manipulado por Cristina Fernández, viuda de Kirchner, quien precedida por su esposo y acompañada por su hijo habían logrado hacer del justicialismo una irreconocible agrupación con veleidades de izquierda revolucionaria que en el fondo solo parecía buscar poder absoluto y dinero mal habido. Esa búsqueda de poder omnímodo que arremetió contra los frenos republicanos, llegando por segunda vez a intentar derrumbar a la Corte Suprema de Justicia, fue otra de las cuestiones que terminó por hartar a los ciudadanos y llevarlos a buscar otras opciones.

No es sorprendente que del gobierno que siguiera a tamaños atropelladores de los valores republicanos se esperara no solo que solucionara los problemas económicos y sociales, sino que restaurara los principios consagrados por la Constitución Nacional.

Es por ello que entre los votantes que creyeron en Javier Milei, el hecho de que su primer acto de gobierno fuera lanzar un Decreto de Necesidad y Urgencia que derogó y modificó más de setenta leyes y decretos cayó como una bomba inesperada. Por cierto, que del análisis de las nuevas normas surgieron derechos conculcados justos e injustos, se afectó el funcionamiento de variadas instituciones y sectores y se alzaron una multitud de recursos judiciales que enturbiaron las relaciones del gobierno y buena parte de la sociedad. Curiosamente, salvo la disminución de Ministerios que fueron reemplazados por Secretarías, pocas de las medidas afectaron a la clase política que fuera blanco favorito de Milei en la campaña.

Por si el Megadecreto no fuera suficiente signo de autoritarismo, la Ley Ómnibus que fue luego enviada al Congreso comienza con un pedido de delegación de poderes a todas luces alejado de aquellos valores republicanos cuyo desprecio contribuyó a nuestro   repudio al gobierno anterior. Esta delegación legislativa se solicita hasta el fin del año 2025 pudiendo ser prorrogado por el Ejecutivo Nacional por dos años más, vale decir que el Presidente Javier Milei pretende asegurarse el ejercicio de funciones legislativas por la totalidad de su mandato.

El grado de modificaciones legislativas que contiene la ley Omnibus y cuya delegación requiere el presidente, abarca materias del orden “económico, financiero, fiscal, social, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria, energética, sanitaria y social” todas ellas comprendidas en la emergencia pública que el mismo poder ejecutivo proclama.

Sería a todas luces insensato que tamañas modificaciones fueran implementadas sin un minucioso tratamiento norma por norma, no solo porque es inapropiado considerar omniscientes a Javier Milei y su equipo, sino porque nadie podría garantizar seguridad jurídica alguna a un corpus legislativo aprobado de tan intempestiva y abrupta manera.

Lo cierto es que estas movidas atropelladoras del poder legislativo no hacen más que confirmar el acto simbólico del presidente de dar su primer discurso de espaldas al Congreso y sus legisladores. Si Cristina Fernández mostraba su autoritarismo atacando al poder judicial, Javier Milei parece remedarla despreciando al legislativo.

Es tiempo de que los argentinos tengamos un ejecutivo respetuoso de los mecanismos y disposiciones constitucionales y republicanos y para ello es necesario que el autoritarismo de Javier Milei sea contenido desde el comienzo de su mandato pues constituye su segunda sombra y una amenaza al normal funcionamiento de las instituciones.

LA TERCERA SOMBRA: MILEI EL FUNDAMENTALISTA

Más allá del método autoritario con que Milei pretende imponer sus reformas, de la extraordinaria mezcla de cuestiones esenciales y banales que se confunden en sus decretos y leyes, y de si fue inteligente enviar todas ellas en un único paquete siendo de tan diversas categorías y materias, existe una pregunta subyacente de carácter básico: si Milei lograra imponer todas sus reformas ¿servirían ellas para hacer progresar a la Argentina y llevarla a superar sus graves problemas de todo tipo?

En esencia, además de ordenar una brutal devaluación, renegociar la deuda con el FMI que viene del gobierno de Macri, subir impuestos, retenciones y tarifas y pretender obtener un superávit primario sin siquiera presentar un presupuesto verificable, lo que Milei plantea es una desregulación general del Estado que responde a un supuesto modelo fundamentalista liberal que se encuadra en su auto encasillamiento de libertario anarco capitalista.

No hay en su propuestas proyectos de crecimiento y desarrollo más allá de las eventuales inversiones que fueren atraídas por un mercado abierto y desregulado.

El paraíso perdido al que dice querer regresar es una Argentina de principios del siglo pasado con un modelo decimonónico previo a la primera guerra mundial, la gran depresión, la segunda guerra mundial, la creación de las Naciones Unidas y las Organizaciones Económicas Internacionales. Un modelo anterior a los derechos laborales, el voto femenino y el auge de los derechos humanos.

Las naciones contemporáneas interactúan con severas regulaciones en su comercio, protegen como el bien más preciado sus mercados de trabajo y mantiene industrias estratégicas bajo estrecho control del Estado, especialmente en materias tales como producción de armamento, energía, disponibilidad de agua y alimento para su población y todo aquello que consideran intereses vitales o intereses para su supervivencia.

Difícilmente un Estado en el que la sociedad quede a merced de las disímiles fuerzas internas en pugna, pueda evitar feroces conflictos sociales y proteger a los sectores más débiles de la comunidad.

Por otra parte, en lo estrictamente económico, el fuerte ajuste que propone Milei generará caída del consumo, recesión y desocupación. Si no va acompañado de un programa de desarrollo que aumente la producción y genere trabajo se tornará inviable cuando el grueso de la población se vea afectada y retire su apoyo al gobierno.

Uno de los problemas de Milei es su fundamentalismo liberal que parece tomado de viejos libros y teorías que, aplicadas sin criterio ni contención social, no tiene posibilidades de éxito en el mundo real actual.

Cuando el presidente afirma que no hay otra solución para la Argentina que su paquete de leyes y reformas, debería agregar que es dentro del marco de las teorías económicas que él maneja. Pero hay otras teorías, otros libros y otras soluciones que sin desentenderse de la necesidad de eliminar los gastos superfluos y el déficit fiscal, proponen resultados menos cruentos y conflictivos.

Si el sistema republicano con sus contrapesos de poderes funciona, Milei se verá obligado a moderar sus propuestas ante el peso del poder legislativo y del poder judicial a los que afortunadamente no maneja. Si persiste en su fundamentalismo, esta tercera sombra nos sumirá en un período de severos conflictos sociales sin mejorar los problemas de fondo de la Argentina. Las soluciones reales en los países que progresan vienen de la mano del crecimiento, el desarrollo y el producto de la creatividad y el intelecto humano en un marco de convivencia social y tolerancia religiosa.

LA CUARTA SOMBRA: MILEI Y EL FANATISMO IDEOLÓGICO

En este momento histórico el mundo presenta un modelo geopolítico multipolar con distintos centros de poder militar y económico y conflictos armados en pleno desarrollo en Europa y Oriente medio. Los grandes polos militares son Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia. Entre los centros económicos de peso podemos restar a Rusia y sumar a Japón y la India.

Ante este panorama, solo los países subordinados y dependientes pueden adherir a posturas de alineamiento automático que pueden llevarlos a apoyar políticas opuestas a sus intereses o quedar inmersos en conflictos ajenos para los que no están preparados y que pueden derivar en severos perjuicios.

Desde antes de su asunción Milei hizo gala de un fanatismo ideológico que lo llevó a expresar su adhesión a Estados Unidos e Israel y proclamó su voluntad de romper relaciones con China y Brasil, a la sazón nuestros mayores socios comerciales.

Con una actitud complaciente, los países involucrados esperaron las actitudes de Milei presidente, aceptando lamentablemente que la mentira y el engaño forman parte de las actitudes de campaña. Sin embargo, en este rubro, si bien Milei moderó sus posturas,  sigue involucrando a la Argentina en posturas de alineamiento rayanas en la imprudencia llegando a enviar elementos bélicos a uno de los países en pugna en un conflicto militar.

Su fanatismo lo lleva a la incongruencia de enarbolar la bandera de una tercera nación y a manifestar su voluntad de cambiar su religión o viajar a un tercer país para venerar a un líder religioso fallecido.

Los maestros de las relaciones internacionales suelen coincidir en que la prudencia y la defensa de los intereses nacionales deben predominar en la política exterior de una nación por sobre la ideología y las inclinaciones personales de los líderes políticos. Javier Milei parece actuar como si sus posturas ideológicas estuvieran por encima de toda consideración y esa es una cuarta sombra sobre su valoración como estadista y Jefe de Estado.

Sus movimientos en este aspecto deberían considerar el conflicto que la Argentina mantiene abierto con Gran Bretaña por la ocupación ilegal de las Islas Malvinas y su importancia en la proyección antártica y el control el Atlántico Sur. Esta cuestión despierta sentimientos muy fuertes en sectores patrióticos y nacionalistas altamente sensibilizados. Al menos se permitió modificar sus expresiones agraviantes dirigidas al Papa Francisco a quien ahora ha aceptado invitar a visitar el país, tratando de morigerar las reacciones negativas que había despertado en sectores católicos que también esperan que cumpla sus veladas promesas de derogar, como hiciera con tantas otras leyes, la legalización del aborto. Aunque mejor sería que reabriera el debate y lograra consenso parlamentario pues este es también un tema esencial.

Al igual que en otros aspectos de su gobierno, Javier Milei deberá modificar su fanatismo ideológico para evitar que esa cuarta sombra no contribuya a sumar un nuevo factor de conflicto al intenso comienzo de su mandato.

REFLEXIONES FINALES

Las cuatro sombras del presidente Javier Milei que hemos identificado y comentado son: su perfil de político embaucador, sus rasgos autoritarios, su fundamentalismo libertario y su fanatismo ideológico que afectan su credibilidad, su imagen republicana, su posibilidad de evitar los conflictos sociales y su inteligencia para adaptarse a las realidades de la política exterior. Todas éstas son cuestiones que pueden hacer naufragar tempranamente a su gobierno.

Quien pueda influir en su pensamiento debería convencerlo de que retire el DNU, renuncie a requerir poderes legislativos, discuta las leyes esenciales una por una en el Congreso buscando aliados y consenso y eliminando las que generan conflictos colaterales innecesarios, elabore un plan estratégico de crecimiento y producción y modere las posiciones ideológicas a la hora de defender los intereses nacionales especialmente en materias vinculadas al comercio y la economía internacional.

También le refrescaría la memoria, en nombre de una parte de su electorado, respecto de promover el fin de la persecución jurídico ideológica aun ejercida sobre los militares que combatieron a la subversión y que no deje impune los crímenes de la corrupción que son uno de los factores más fuertes y menos mencionados de la situación económico y social que justifica el estado de emergencia que siempre menciona.

¿Será mucho pedir?

JUAN CARLOS NEVES

Presidente de Nueva Unión Ciudadana

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